LA PACHAMAMA

El ritual que se le ofrece cada 1 de agosto es una llamada para que resurja de las profundidades, adonde se replegó durante el invierno: antes de empezar a arar la tierra para la siembra, hay que darle de beber caña con ruda y de comer platos sabrosos, para que despierte y manifieste su fertilidad y poder.
En el hemisferio norte, el Día de la Pachamama se corresponde con la tradición de La Candelaria, que se celebra el 2 de febrero.

LA DIOSA DE LA VIDA
El 1 de agosto es una de las ocho fiestas religiosas del calendario andino y su ritual ha sido celebrado durante siglos por aymaras, quichuas, kollas y criollos.
Las comunidades indígenas del noroeste argentino, Chile, Bolivia y Perú le rinden culto a la Pachamama durante un mes, pero la fiesta principal es el primer día de agosto.
Para los atacameños de la Puna chilena ese día es también su Año Nuevo: para ellos en esa fecha comienza la Primavera, que para el calendario oficial nacerá recién en septiembre.
La Pachamama es la primordial Diosa de la Vida y encierra en sí misma la fertilidad, la sucesión de las estaciones y los misterios del chamanismo y la sanación.
Dentro de esta cosmovisión, todos los seres vivos son sus hijos y por tanto, tienen igual derecho de acceder a la tierra y a sus frutos, a sus energías creativas y sanadoras.
CÓMO SE CELEBRA
Puesto que, en tanto madre, la Pachamama no puede discriminar a sus hijos para unos obtengan de su seno comida y sanación, y otros pasen hambre y enfermedad, los indígenas predican con mucho sentido común que la propiedad de la tierra debe ser comunitaria.
Su culto inspiró no sólo una visión ética y de justicia social, sino un sentido ecológico: los ríos, las piedras, el aire y las montañas también son parte de su familia y deben mantenerse aptas para servir a todas las especies vivientes.
Para celebrar a la Pachamama, hay que buscar un lugar en contacto con la tierra (jardín, parque, campo) y sentarse descalzos en derredor de un círculo, de manera que todos queden a igual distancia del centro, que la representa.
En ese centro se abre un pozo -que simbólicamente equivale a abrir su útero creador- mientras se canta y se baila con el doble objeto de captar del suelo las energías regeneradoras e ir despertando a la Pachamama, sin sobresaltarla.
Luego, se le ofrenda dentro del pozo con bebidas alcohólicas y comida, semillas, hojas de coca, tabaco y choclo. Las ofrendas y el pozo son sahumados con carbones, hierbas o aceites esenciales, mientras se invoca «cusiyá, Pachamama, cusiyá», que significa «ayúdanos, Pachamama, ayúdanos».
Se supone que luego de comer y beber, la Pachamama desparramará feliz sus dones sobre la superficie: los árboles y semillas brotarán, el ganado se reproducirá y los malos espíritus serán enterrados por un tiempo.
Luego se cubre el pozo con una piedra plana, sobre la que se colocan otras, formando un montículo que se denomina «apacheta».
El ritual concluye con más bailes y danzas celebrando su retorno, mientras se comparte la comida y la bebida que se ha ofrendado, sin olvidar tomar una copita de caña con ruda para alejar los maleficios, tener buena suerte y salud. Su veneración es la más antigua de la región andina y se la considera anterior al culto a Inti, el dios Sol de los incas.
Según una leyenda, la diosa habita en el macizo del Nevado de Cachi (Salta) a más de 6.000 metros sobre el nivel del mar, en una de cuyas ocho cumbres habría un lago y una isla, donde un toro de astas doradas la custodia y emite nubes de tormenta al bramar.
Aunque se la identifica con la Tierra, Pacha, en kolla, significa «tiempo», de manera que sería Madre Tiempo. Pero Rigoberto Paredes, estudioso de la tradición indígena, aclara la cuestión: «El mito debió referirse primitivamente al tiempo, vinculado en alguna forma con la Tierra: el tiempo que cura los dolores, el tiempo que distribuye las estaciones».
Madre Tiempo, Madre Tierra o Gran Madre, son así denominadores del principio de la vida, que no es poca cosa. (Télam)